Digamos que los únicos culpables son los santos. Me refiero a Loyola y a La Salle, ambos responsables de modernizar e institucionalizar los salones de clase con un solo profesor y decenas de estudiantes, donde la educación se convirtió en una actitud demasiado personal (ejemplo: los reclamos de Iván), justamante por el carácter antipersonal de la enseñanza (ejemplo: la apatía del profesor de filosofía). Ahora, hablando más en serio, me atrevo a decir que, sopesando el asunto, el máximo ganador ha sido el propio Iván y la comunidad de la Blogósfera. Es probable que se haya sentido humillado en cierto momento, pero su expulsión sirvió para acreditar un nuevo tipo de periodismo-denuncia hecho a través de blogs individuales y personales. Que a estos lugares de opinión se les tome tan en serio puede poner los pelos de punta a muchos, pero visto desde la silla del poder, equivale a una eficaz maniobra de vigilancia y represión. Entonces, ¿por qué insistir en que Iván ha salido beneficiado de la querella? Porque su blog ha tenido más lectores que… El Nuevo Herald de Miami, por poner un ejemplo. Espero, eso así, que las autoridades atinen mejor en cuanto a diferenciar una amenaza real de las insinuaciones, legítimas o no, de un estudiante con respecto a la educación que – qué esperanza – representa su futuro. Gracias a tantas noticias amarillas sobre jóvenes ensañándose contra sus centros educativos podemos afirmar que, hoy en día, vivimos cargando la cruz de una nueva –esta vez maldita – trinidad: la del miedo, la ignorancia y la represión. Aunque… ahora que lo leo, esta trinidad no es nada nueva, sólo que se empeña en también abarcar sectores que parecían haberse librado de ciertas pestes. De Iván presiento que no podemos esperar nada menos que un libro, unas lucrativas memorias apadrinadas por alguna editorial morbosa, quien sabe si, inclusive, con un prólogo del propio Saramago, como si quisiera reivindicarse y, a pesar de ser ateo, seguir jurando que Loyola y La Salle no tienen la culpa de nada…
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